miércoles, 27 de mayo de 2015

Naturaleza Salvaje






Hemos escuchado y visto muchas veces en la tv sobre la naturaleza salvaje, animales feroces, depredadores, una naturaleza cruel y agresiva.

Quiero compartir con ustedes una breve historia sobre una naturaleza no tan salvaje y sobre un ser humano no tan inocente. 

Naturaleza Salvaje.

Fermín un niño alegre y cariñoso, sueña con ser súper héroe, aunque sus nervios lo han traicionado en más de una ocasión. Vive en la ciudad, su entorno son edificios color gris, la melodía de los vehículos en las horas pico y tiendas por doquier.

No es amante a la naturaleza y no simpatiza con algunos animales, no es para menos, su único contacto con algo color verde son un par de macetas en la casa, le teme a las arañas pues tienen muchas patas y son peludas.

—A un niño de la escuela lo pico una araña y casi pierde el dedo— cuenta Fermín.
—Una picadura de hormiga te puede dar alergia, los gusanos peluditos te queman, las serpientes son venenosas y ¡te puedes morir!— lo último tiene algo de cierto no lo podemos negar.

El concepto de naturaleza que se hacía Fermín era peligroso y salvaje, algo que se debía evitar a toda costa.

Pero para la suerte de este pequeño, esto iba a cambiar, su madre lo inscribió en una excursión, visitarían una reserva natural. Como un buen chico se equipó con todo, como si se internaría en la selva más espesa e inhóspita del mundo y es que a él le gustaba Indiana Johns.

En su bolso repelente, alcohol, venditas, la navaja de su abuelo, comida —Uno nunca sabe que puede ocurrir en un lugar tan peligroso— exclamaba Fermín.

Llegaron a la reserva e inician un recorrido por el lugar, todos los niños emocionados por las cosas nuevas que veían, pero Fermín estaba algo nervioso con las novedades, y cada ruido lo asusta poniéndolo alerta. Hacen una pequeña estación en casa de un señor y Fermín aprovecha para ir al baño —era una letrina se imaginaran el sustito que se llevó— en eso el grupo decide avanzar y no se percatan de la ausencia del pequeño; el susto mayor se lo llevaría Fermín al darse cuenta el grupo ha avanzado sin él y decide que los alcanzara.

Va lentamente caminando por el sendero, escuchando un sin número de ruidos extraños para él, las ramas moviéndose de forma amenazante, siente un escalofrió que le recorre todo el cuerpo y decide acelerar el paso, llega a un gancho de camino, se encuentra con dos opciones, no sabe cuál tomar pero se arriesga con el camino de la izquierda y es ahí donde Fermín toma la mejor decisión de su vida, perderse entre el verde de los árboles y el cantar de las aves. —aunque él creía que ese camino lo llevaría hasta donde estaba el bus.

Fermín con miedo y sollozando decide recostarse en un árbol, en eso sopla un viento y las ramas se sacuden, escucha un leve susurro que no sabe de dónde viene.

—Pequeño no llores.
—No estoy llorando —dice Fermín— solo está lloviendo en mis ojos.
—¿Cómo te llamas?
—Soy Fermín, ¿Pero qué hago? Estoy quedando loco hablando solo.
—No estás loco, hablas conmigo.
— ¡Aquí asustan! ¿Qué quieres espíritu? —grita Fermín.
—jajaja —se escucha una risa— mira hacia arriba.
Fermín voltea a ver hacia arriba, y ve un árbol grande, era un hermoso Guanacaste de oreja,
—¿Estás perdido? —pregunto el Guanacaste, preocupado por Fermín.

El pequeño entre sollozo y suspiros no hallaba que hacer, de repente siente una pequeña cosquilla, ve su mano y estaba subiendo una pequeña arañita.

—haaaaaaaa— grita Fermín desesperado —una araña asesina, sálvenme por favor, me comerá la mano.
—No grites la asustaras —dice el Guanacaste— solo está caminando no te hará ningún daño, ella al igual que tu solo quiere llegar a su casa, mira ahí donde están esas telas de araña, ella tejió su hogar.

—Pero seguro que no mata—dijo Fermín muy asustado
—No, da la vuelta y observa donde va para que conozcas su casa.

Cerca de una rama se encontraba una tela de araña grande y elaborada, era la casa de ese pequeño ser inofensivo.

Fermín se quedó sorprendido, del trabajo que la araña había realizado y aunque no había perdido el miedo se tranquilizó un poco al saber que no lo mataría.

—La naturaleza puede ser muy agresiva— dijo Fermín muy seguro.
—No más que el hombre— dijo el Guanacaste.
—¿Cómo? —pregunto Fermín, el no entendía eso.

El árbol de Guanacaste le pidió que subiera a sus ramas, Fermín nervioso y desconfiado lo hizo, él le mostro una parte de la reserva que estaba deforestada, habían talado una parte del bosque.

— ¿Cómo paso eso? —Pregunto Fermín

El Guanacaste con mucha paciencia le explico, que el hombre por su incansable ambición tala los arboles sin permiso, para vender la madera preciosa, sin importarle el daño que hace al medio, sin pensar en los animales que ahí habitan, los nidos que dañan, las crías que mueren, los ríos se secan, las especies nativas se pierden.

—Es un desastre!— Exclamo Fermín, sorprendido por tal daño.

—Los animales no lastiman al hombre, solo se defienden de los ataques, de la invasión que ellos hacen, los animales son criaturas trabajadoras como las hormigas, artistas como las arañas, cantantes como los pájaros.

Fermín reflexiono un poco sobre la naturaleza no tan salvaje, el salvaje es el hombre que destruye sin medida, que lastima a los otros seres, que no resiste vivir en armonía.

En eso Fermín se recostó en el árbol de Guanacaste, serró sus ojos y escucho unas voces.
—Fermín! Fermín! ¿Dónde estabas?, estaba preocupada, tu solo en esta selva, ¿Te quedaste dormido? —Dijo la maestra preocupada.

—No estaba solo, me acompaño el Guanacaste y los otros animalitos que viven acá.
—Hay Fermín, estabas soñando.

Fermín sabía que nadie le creería su conversación con el Guanacaste, pero ese día cambio su vida para siempre, desde entonces ha decidido observar más de cerca los animalitos que se encuentra.

Trata de respetar la naturaleza que lo rodea, transmitiéndole lo que sabe a sus compañeritos.